¿Realmente existe un síndrome post aborto? Y
en tal caso, ¿en qué consiste y a quién afecta?
Entre los médicos, psicólogos, psiquiatras e
incluso sacerdotes, es bien conocido el
llamado “Síndrome post aborto” (“P.A.S”:
“Post-Abortion-Syndrom”). Designa el cuadro
patológico que comprende un complejo de
síntomas fisiológicos, psicológicos y
espirituales, desencadenados tras la
realización de un aborto procurado
(voluntario). Afecta fundamentalmente a las
mujeres que han abortado, pero también se
verifica (en distintos grados) en todos los
demás que han intervenido en el hecho: el
padre de la criatura, los médicos y el
personal abortista[1].
Los síntomas que se manifiestan están en
relación directa con las razones por las
cuales se abortó, el tiempo del embarazo, la
relación entre los padres de la criatura,
los pasos que se dieron en la decisión y las
influencias que se padecieron durante el
período traumático de la decisión.
1. El proceso psicológico de la decisión
abortista
En una mujer con convicciones morales (con
fe o sin ella) la decisión de abortar es un
proceso complicado y doloroso. Algunos de
los pasos regulares por los que suele pasar
a partir del momento de su embarazo son los
siguientes:
Desde el momento en que queda embarazada, el
organismo suscita en la mujer madre un
sentimiento maternal instintivo.
Éste es observable incluso en los animales y
es debido por un lado a los procesos
fisiológicos que acompañan los cambios
propios de la maternidad (la naturaleza
prepara a la mujer para relación
maternidad-filiación) y además por otros
factores de orden sociológico, psicológico y
espiritual como las costumbres de la
sociedad en que vive, su madurez personal,
su fe, etc.
La tendencia natural a continuar la
maternidad comenzada
Se puede entrar en crisis por diversos
factores externos o internos que bombardean
la psicología de la mujer, como por ejemplo
(para indicar algunos de los más
frecuentes):
a) La opinión adversa de los padres de la mujer embarazada
(especialmente si se trata de una adolescente) ya sea por
el miedo a difamación si es soltera o por muchos otros
factores diversamente clasificables.
b) El peso que la mujer ve en la crianza del hijo (especialmente
si ya tiene otros).
c) Conflictos psicológicos no solucionados: en el caso de
mujeres que han tenido una mala experiencia de filiación
con sus propias madres surge el miedo a enfrentar su
propia experiencia de maternidad.
d) Condicionamientos puestos por el padre de la criatura:
por lo general, son amenazas de abandono en caso de
continuar la gestación.
e) La presión de la retórica social contra la natalidad:
la propaganda de la superpoblación, la elección del aborto
como derecho de la mujer, la afirmación de que el feto es
sólo un conjunto de células, etc.
f) La ideología del materialismo : cuando el nuevo hijo es
visto como un obstáculo para el progreso económico, el
confort.
g) El egoísmo: cuando el hijo es visto como una cadena a
la libertad (“primero terminar la carrera, luego conseguir
trabajo y recién entonces pensar en los hijos”).
h) La presión legal: hay sociedades que presionan para
imponer la regulación de la natalidad; ya se da un cierto
tipo de presión en la misma “legalización” y “subvención
estatal” de determinados abortos.
Estas presiones pueden desembocar en un auténtico
conflicto interior enfrentando a la mujer con la necesidad
de tomar una decisión.
Si necesita consejo el que le darán, en gran parte de los
casos, la empujará al aborto, especialmente si en su caso
la ley civil lo ampara, la medicina lo garantiza y para la
sociedad es indiferente.
Una vez tomada la decisión suele sentirse cierto alivio.
Esto es natural al terminar temporalmente el estado
conflictivo, lo cual a veces es tomado como signo de que
la decisión ha sido correcta. Cuando deciden abortar por
lo general se cierran a todo otro tipo de consejo
contrario, ya que volver a replantear la cuestión
significa abrir nuevamente la situación traumática del
proceso deliberativo.
Sigue el sometimiento
Es decir una especie de resignación por la cual se ponen
en manos de un médico con un cierto sentimiento de
fatalidad.
El shock de los últimos momentos
Para abortar una mujer tiene que eliminar sus propios
instintos maternales que son de orden natural ; para esto
tiene que auto concientizarse de que el ser que va a
abortar no es un ser humano; con este intento de
auto convencimiento comienza el proceso de racionalización
en contra de la propia conciencia moral y contra el mismo
instinto natural. La mujer se enfrenta con un caos de
conciencia muchas veces, detrás de su aparente
resignación, hay un angustioso pedido de que alguien pare
todo el proceso que se presenta como superior a sus
fuerzas.
El endurecimiento interior.
Luego del aborto hay un tiempo en que la mujer quiere ser
dejada sola, se vuelve apática, desinteresada de las cosas;
hay una interior negación a asumir lo que se ha hecho.
Debe también luchar contra los sentimientos de agresión,
desesperación y miedo que emergen con el aborto. Por un
lado querrían desahogarse con alguien, pero por otro lado
temen volver a vivenciar el proceso por el que han pasado.
Comienza el trabajo de reconstrucción patológica
Se quiere volver a la normalidad cuanto antes, por lo que
busca llenarse de actividades para no pensar en nada.
Pero normalmente en algún momento tiene
lugar la ruptura del sistema de defensa que
la persona implicada en el aborto construye
en torno a sí. Una reconstrucción tal de la
vida fracasa por lo general cuando tienen
lugar alguna de estas situaciones:
Síntomas del síndrome post aborto
A pesar de que muchos médicos y psicólogos (pro abortistas)
señalan que los trastornos que presentan las mujeres
después del aborto son algo meramente “emocional y
psicológico”, una sana psiquiatría demuestra que se trata
de algo mucho más serio, de orden patológico y que puede
agruparse en tres tipos de problemas : ante todo, de
depresión y sentimiento de culpa ; en segundo lugar, de
agresión contra el padre del niño y contra la sociedad en
general ; finalmente, alteraciones en la personalidad en
forma crónica, parecidas a las enfermedades cerebrales.
Especificando más detenidamente podemos enumerar los
siguientes síntomas:
Toda pérdida genera un estado de duelo ; y es mucho más
difícil superar el dolor de un aborto provocado que el de
un aborto espontáneo producido por la misma naturaleza, y
esto por varias razones : la persona se sabe culpable de
la pérdida, no tiene posibilidades de visitar el cuerpo
del niño, ha habido un trabajo de auto convencimiento de
que no se trataba de un ser humano (curiosamente este
trabajo de auto convencerse deja en la persona un mayor
sentimiento de culpa porque sabe que ha tenido que buscar
argumentos para justificar un acto al que no la inclinaba
espontáneamente su conciencia). Cuando los dolores no se
superan conducen a la depresión. La depresión puede
alterar el sistema inmunológico y con esto se aumenta el
riesgo de contraer infecciones e incluso en casos extremos
se ha constatado el inicio de procesos cancerígenos.
También ha ocurrido que personas que han caído en estados
depresivos agudos, se han transformado luego en
personalidades psicóticas.
Sentimiento de culpabilidad.
En muchos estudios se ha observado que cuando no hay
sentimiento de culpa se suele dar una tendencia al alcohol
o a la drogadicción ; en cambio cuando hay sentimiento de
culpabilidad se suele caer en estados depresivos, que se
manifiestan en grandes tristezas, llantos, visión negativa
y pesimista del mundo circundante. Cuando el sentimiento
de culpa es muy grande lleva a sentimientos de pánico y
autodestrucción.
La agresividad.
Un efecto del conflicto desatado por el aborto es la
agresividad de la mujer hacia los que han intervenido en
el aborto: el médico, el novio o esposo, los parientes o
amigos que la empujaron al acto e incluso contra sí misma.
De alguna manera descarga así el sentimiento de
culpabilidad contra sí misma y el sentimiento de
victimación respecto de los demás.
Incertidumbre afectiva.
Parte de las dubitaciones en la decisión abortista gira en
torno al amor o deseo natural del niño del que está
embarazada la mujer. Sabe intuitivamente, aunque no lo
quiera hacer reflejo, que su acto abortivo contradice su
amor natural: su hijo exige ser amado principalmente por
su madre y la naturaleza la predispone para amarlo y
protegerlo incluso a riesgo de su propia vida, pero para
abortarlo debe rechazarlo. El mismo sentimiento de desamor
y desamparo que la mujer supone que ha padecido su hijo
por parte de ella, comienza a atormentarla a ella misma:
se siente no querida, rechazada y abandonada afectivamente
por los demás. Es uno de los efectos “bumerán” del aborto.
La interrupción abrupta del ciclo hormonal.
En las mujeres hay ciclos y ritmos naturales relacionados
con el embarazo y caracterizados por modificaciones en los
procesos hormonales que terminan de modo natural al
culminar todo el proceso de la maternidad ; es decir, que
van desde el momento de la ovulación hasta la finalización
del tiempo de amamantamiento del bebe. Los cambios
hormonales dictaminan alteraciones de orden físico,
psicológico y emotivo. Cuando se interrumpe el proceso de
modo abrupto, como ocurre en el aborto, tiene lugar en la
mujer un trastorno notable con efectos en todos esos
órdenes: físico, afectivo, psicológico y relacional; estas
perturbaciones pueden ir desde las depresiones en el orden
emotivo, hasta la constatación médica de mayores
tendencias a adquirir cáncer de mama, pasando por
problemas de integración social y familiar.
La “conciencia biológica”.
Es una constatación de muchos psiquiatras. Cito el
testimonio del psiquiatra Karl Stern:
“No pocas veces vemos que en los casos en que una mujer
comete un aborto provocado, digamos en el tercer mes de la
gestación, este acto parece no tener consecuencias
psicológicas. Sin embargo, seis meses después,
precisamente cuando el bebé habría debido venir al mundo,
el sujeto cae víctima de grave depresión o incluso de
psicosis. Ahora bien, acerca de esto se observan dos
circunstancias curiosas. La depresión se produce aun sin
que la mujer se dé cuenta conscientemente de que ‘ahora es
el momento en que habría debido nacer mi bebé’. Además, la
filosofía de la paciente no es necesariamente tal que ella
desapruebe el acto de interrupción del embarazo. Sin
embargo, su profunda reacción de pérdida (que no va
necesariamente unida con una preocupación consciente por
el parto fallido) coincide con el tiempo en que éste
hubiera tenido lugar... La mujer, en su íntimo ser, está
profundamente vinculada al bios, a la naturaleza misma”[2].
El sentimiento de fracaso como madre y
problemas relacionados.
A veces, para llenar el vacío, tiene lugar un deseo
vehemente de querer reemplazar al niño perdido; pero este
deseo se mezcla con la sospecha y el temor de no saber
desempeñarse como madre, o de no poder relacionarse con el
bebé de manera correcta o de no saber criarlo. También
ocasiona miedo respecto de los hijos futuros, por ejemplo:
miedo a maltratarlos; a veces esto ocasiona la decisión de
no tener más hijos. Algunos estudios muestran también que
algunas mujeres que han abortado tienen problemas reales
para llevar adelante posteriores maternidades: tienen
problemas para amamantar a sus hijos, reaccionan con miedo
o agresividad ante el llanto de sus bebés e incluso una
especie de rechazo (ocasionada por el miedo), y como éste
es percibido instintivamente por el bebé, le genera
sentimientos de abandono. A veces como no quieren dañar al
niño y tienen conciencia de no saber tratarlo, terminan
mandándolo desde muy pequeño, y sin ninguna necesidad, a
guarderías infantiles.
Otros problemas.
Los estudios a los que hacemos referencia indican también
otros síntomas propios de este “síndrome”, como por
ejemplo : alteraciones de diversa índole en el sueño
(pesadillas persistentes), crisis de identidad,
desconfianza, sentimiento de cinismo (conciencia de la
inocencia perdida), e incluso enfermedades psicosomáticas
como anorexia y bulimia.
Por todo esto, hay que decir que los problemas ocasionados
por el aborto no son de ninguna manera puramente emotivos
y pasajeros sino que tienen un fundamento real en la
pérdida voluntaria y culpable de un ser humano indefenso
sobre el que se tenía la responsabilidad de la
maternidad/paternidad.
Los tres testimonios siguientes, de mujeres que han
abortado (sin una clara cultura religiosa o moral, ni
convicciones propiamente católicas), nos muestran un
aspecto de esta realidad silenciada intencionalmente por
las campañas abortistas.
Primer testimonio
Judit X. “La presión del entorno para que abortara,
era cada vez más grande, y yo me dejé convencer. Mi
amigo me acompañó hasta el médico y después de
algunos días, decidí hacer el aborto en una clínica
privada. El día que se llevó a cabo es como una
quemadura : no se perdió la cicatriz. Los médicos
eran simpáticos, pero yo me sentía tan espantada,
sin ayuda y sola. Cuando me desperté de la anestesia,
mi amigo estaba sentado a mi lado, pero yo no era
más la misma ; era otra y me sentía sola. Y esa
soledad la tengo hasta hoy en día. Dejé que me
quitaran al niño. Y así como ha muerto ese niño,
algo ha muerto en mí. Hoy en día no lo volvería a
hacer más, sin importarme cómo vaya a reaccionar mi
entorno, pues vivo con miedo continuo, que parece
nunca acabar. En mis pesadillas veo como una pequeña
niña con los brazos extendidos se dirige hacia mí y
me pregunta : ¿Por qué, mami, por qué? Me despierto
bañada en sudor. Y ese sueño me persigue desde que
me dejé hacer esa intervención. Mientras tanto en mi
trabajo me va muy bien, pero mi vida privada esta
destruida. Mi bebe tendría que tener un año. Estoy
de luto por mi niño, porque además fue por error mío
y ese error no puede ser reversible. Por esto es que
yo sola soy la que tiene que ser penada y no mi
amigo, aunque también él fue responsable. Lo único
que espero es que mi bebe me perdone este error, y
que entienda porqué lo hice. Hoy en día yo estoy
totalmente sola, ya que el padre de la criatura me
dejó plantada para recuperar su libertad. Escribo
esto para todas las jóvenes y mujeres que se
encuentran en la misma situación en que yo estaba :
Piensen muy bien lo que van a hacer. Las va a
torturar los traumas. Estarán solas frente a ustedes
mismas, y se aumentará el dolor cuando vean una mamá
con su bebe. Ustedes tendrán que llevar adelante las
consecuencias de tal intervención, no vuestro
compañero. Él no podrá ayudar, solamente estar, pero
son ustedes las que tendrá que padecerlo. ¡Vuestra
vida será destruida!”.
Segundo testimonio
Rebeca X. “Tenía 21 años cuando aborté. Tenía mucho
miedo. Llorando y llena de dudas me dirigí el
miércoles al lugar. Vi una señora con un niño. La
ayudante del médico caminaba de un lado a otro con
un balde de plástico. Yo me preguntaba: ¿arrojaran
al niño abortado en él? Recibí una inyección, cuando
llegó el médico lloraba sin consuelo. El médico me
dijo que no hiciera tanto teatro, que si quería lo
hacíamos otro día. Le contesté que no sabía lo que
quería ; que me diese la inyección de una vez, y
listo. En el medio pensé que no quería volver a
despertarme, quería morirme. Cuando desperté, más o
menos una hora mas tarde, estaba mi novio cerca mío.
Una mujer poco amigable, llegó diciendo que me
levantase, que me lavase la cara y me fuera, que
ella tenía franco. Una vez en casa de mi novio, me
confesó que cuando me había despertado me había
odiado. Empecé a tener dolores y me vino una
terrible depresión. Al día siguiente fui a trabajar,
aunque tenía un día de reposo por prescripción
medica, porque me daba miedo quedarme sola más de un
día en mi casa. No podía conceder que había abortado
a mi propio niño. Al mediodía fui a comer a la casa
de mi madre; estaba enojada conmigo, y me dijo que
tenía que estar contenta por lo que había hecho pues
muchas mujeres lo hacían hoy en día. A la tarde vi
una mujer embarazada, llegué a mi casa y me tire en
mi cama llena de sentimiento de culpa y
arrepentimiento. Era el infierno. Cada vez que me
iba a dormir veía mi bebe tal como lo había visto en
la pantalla del monitor. El pequeño me perseguía.
Con el tiempo empecé a consumir bebidas alcohólicas
por la noche hasta que podía conciliar el sueño. Con
mi novio cortamos la relación, porque cada vez que
lo veía me recordaba al niño abortado. Conocí a
otros hombres, pero siempre me pasaba lo mismo.
Medio año después del aborto estaba destruida
psicológicamente. Mis amigos también estaban
cansados de mí, como también mis hermanos y padres.
Mi vida estaba destruida, también perdí el trabajo.
Comencé a tomar tranquilizantes, seguí con el
alcohol y el cambio continuo de novios. Pero no
podía sacarme el sentimiento de culpa. Quiero
advertir a todas las mujeres que están frente a un
aborto: un aborto es fácil de llevar a cabo; pero
después hay algo que se rompe en el interior de la
mujer, y en eso nadie piensa. A veces pienso cómo
hubiese sido mi vida si hubiese tenido mi hijo:
seguramente no tan catastrófica como es ahora”.
Tercer testimonio
Nancy X. “Estaba embarazada de cinco meses y medio,
tenía ya tres hijos y mi marido me había abandonado.
Decidí abortar, porque no podía con otro más. La
solución era según el medico ‘sacar un poco de
liquido y poner otro poco. Va a tener algunos
espasmos y luego sacamos el feto’. No sonaba mal,
pero no era toda la verdad. Ese día cuando me
introdujo la solución salina, quería gritar con todo
mi ser: ‘paren todo’. Ya no se podía hacer nada, no
se puede volver atrás en la decisión. En la
siguiente hora y media experimenté cómo mi hija se
retorcía mientas iba muriendo envenenada y quemada.
Me acuerdo cómo, mientras tanto, yo le hablaba y le
decía que en realidad no quería eso, que hubiese
deseado que viviese. Pero ella ya estaba muerta y me
acuerdo el último sacudón que pegó en mi lado
izquierdo. Luego recibí una inyección para que se
produjese el parto... Durante doce horas estuve con
trabajo de parto, y el 31 de octubre a las 5:30 de
la mañana traje a mi hija al mundo; tenía cabello y sus
ojos estaban abiertos. La pude alzar ya que las
enfermeras no habían venido a tiempo. Cuando llegó
la enfermera, la agarró y la tiró en un balde. Luego
que se hizo todo lo necesario, me llevaron a una
sala donde una mamá acababa de dar a luz un hermoso
niño ; eso fue muy duro. Después del aborto se
instalaron en mí la vergüenza, el arrepentimiento y
la culpa”.
Encíclica Evangelium vitae
Se puede comprender, por todo esto, las palabras que
les dirige Juan Pablo II, en la Encíclica Evangelium
vitae, a las mujeres que han abortado: “Una
reflexión especial quisiera tener para vosotras, mujeres
que habéis recurrido al aborto. La Iglesia conoce cuántos
condicionamientos pueden haber influido en vuestra
decisión, y no duda de que en muchos casos se ha tratado
de una decisión dolorosa e incluso dramática.
Probablemente la herida aún no ha cicatrizado en vuestro
interior. Es verdad que lo sucedido fue y sigue siendo
profundamente injusto. Sin embargo, no os dejéis vencer
por el desánimo y no perdáis la esperanza. Antes bien,
comprended lo ocurrido e interpretadlo en su verdad. Si
aún no lo habéis hecho, abríos con humildad y confianza al
arrepentimiento: el Padre de toda misericordia os espera
para ofreceros su perdón y su paz en el sacramento de la
Reconciliación. Os daréis cuenta de que nada está perdido
y podréis pedir perdón también a vuestro hijo, que ahora
vive en el Señor. Con la ayuda del consejo y la cercanía
de personas amigas y competentes, podréis estar con
vuestro doloroso testimonio entre los defensores más
elocuentes del derecho de todos a la vida. Por medio de
vuestro compromiso por la vida, coronado posiblemente con
el nacimiento de nuevas criaturas y expresado con la
acogida y la atención hacia quien está más necesitado de
cercanía, seréis artífices de un nuevo modo de mirar la
vida del hombre”
[1] Me baso para los datos siguientes en el libro
MYRIAM... warum weinst Du? Die leiden der Frauen
nach der Abtreibung (Myriam, ¿por qué lloras? Los
padecimientos de las mujeres después del aborto);
editado por la Fundación “Ja zum leben. Mütter in
Not”. Este libro fue elaborado por Pius Stössel por
pedido de la fundación “Ja zum leben, Region
Ostschweiz”, 8730, Uznach, Goldach/Schweiz, 1996.
[2] Citado por Häring, Shalom: Paz, Herder,
Barcelona 1975, p.213.
Autor: Miguel Fuentes
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