ROMA, miércoles, 11 mayo 2004 (ZENIT.org).-
El dolor del feto, comprobado por
la ciencia, plantea serias
reflexiones a los científicos, y
demuestra que es «acientífico»
tratar «la vida prenatal como si
fuera de segunda clase», advierte
el neonatólogo italiano Carlo
Bellieni.
En esta entrevista concedida a
ZENIT el especialista alerta de
que la ciencia no puede
contradecir el hecho de que el
feto sea persona.
¿Qué experimenta un feto? ¿Cuáles
son sus derechos? ¿Qué dice la
ciencia al respecto? ¿Es la
fecundación artificial
verdaderamente inocua?
Son
cuestiones que ha abordado el
doctor Bellieni sobre la base de
una profunda y precisa
documentación científica en el
libro «L’alba dell’io: dolore,
memoria, desiderio, sogno del feto»
--«El amanecer del yo: dolor,
memoria, deseo, sueño del feto»--
(Editorial SEF).
El doctor Bellieni lleva años
ocupado en la investigación del
dolor del feto y del neonato con
su trabajo en el departamento de
Terapia Intensiva Neonatal del
Policlínico Universitario «Le
Scotte» de Siena (Italia).
--¿El feto siente dolor?
--Dr. Carlo Bellieni: Ciertamente
sí. No sólo siente dolor, sino que
su percepción parece ser más
profunda que la de un niño mayor.
Lo sabemos porque faltan en la
vida fetal muchas de las «estrategias»
que sin embargo se encargan tras
el nacimiento de no sentir el
dolor. Sin embargo, ya desde la
mitad de la gestación los
estímulos dolorosos han abierto
todas sus vías para ser percibidos.
--¿Así que el feto es ya un
pequeño paciente?
--Dr. Carlo Bellieni: En efecto.
Los neonatólogos modernos tienen
el privilegio de atender
justamente a los fetos. Los
tenemos entre las manos: a veces
tienen el peso de una manzana;
algunos son poco mayores que una
mano. Han nacido prematuramente y
durante meses deberán permanecer
en sofisticadas incubadoras,
atendidos y controlados 24 horas
al día con instrumentos de alta
tecnología.
Y a ninguno de los que les atiende
se le ocurre poner en duda que
sean nuestros pacientes, que sean
personas. A veces son tan pequeños
que nuestros esfuerzos son
inútiles. Mueren. Y nosotros sólo
podemos, junto a los padres,
bautizarlos.
Y todos demuestran una vitalidad
inesperada por la edad y las
dimensiones. Hoy sabemos que el
feto dentro del útero materno
percibe olores y sabores. Oye los
sonidos. Los recuerda después del
nacimiento.
Desde luego sabemos que el feto,
desde las 30 semanas de gestación,
es capaz de soñar. Todas estas
características permiten apreciar
las dimensiones humanas. Este
paciente en los últimos años ha
sido objeto de investigación para
garantizarle la salud desde el
útero materno.
--¿Puede darnos algún ejemplo de a
qué se refiere cuando dice que el
feto es una persona?
--Dr. Carlo Bellieni: En cuanto
nace, el niño muestra de forma
científicamente demostrada que
reconoce la voz de su madre y la
distingue de la voz de un extraño.
¿Dónde ha aprendido esa voz más
que en el seno materno?
Existen también pruebas directas.
Por ejemplo, registramos cómo
varían los movimientos y la
frecuencia cardiaca del feto si le
transmitimos sonidos imprevistos a
través de la pared uterina. Y
vemos que primero se sobresalta,
después se acostumbra, igual que
hacemos nosotros como oímos algo
que nos interesa.
En realidad la evidencia
científica es inmensa. No se
comprende cómo alguien pueda
pensar que «se hace» persona en
cierto punto, tal vez al salir del
útero. Realmente en el nacimiento,
desde el punto de vista físico, se
cambia verdaderamente poco: entra
aire en los pulmones, se
interrumpe la llegada de sangre
desde la placenta, cambia el tipo
de circulación de la sangre en el
corazón y poco más.
Como a menudo digo, sólo la fe
ciega en artes mágicas o alguna
extraña divinidad puede hacer
pensar que exista un salto de
calidad «humana» en un determinado
momento, no ciertamente la ciencia.
--Entonces la afirmación según la
cual la vida humana comienza con
el nacimiento es menos científica
que la que sostiene que está
ligada al momento de la concepción.
--Dr. Carlo Bellieni: ¡Sin duda!
Cuando se unen los patrimonios
genéticos del óvulo y del
espermatozoide comienza un proceso
que es único e irrepetible
justamente porque nadie en el
mundo tiene un ADN igual al de esa
pequeña célula fecundada. Tampoco
sus padres. Por lo tanto es
absurdo decir que el feto es
propiedad de la madre (o del
padre).
Hace algunos días hablaba a chicas
de enseñanza superior y les decía:
«Si hoy volvéis a casa y vuestro
papá os dice que hagáis algo
porque sois “suyas”, porque sois
“un derecho suyo”, ¿qué pensáis?
Que vuestro papá no se encuentra
bien. Pues actualmente os están
enseñando esto: que el hijo es un
derecho de los padres, una
“elección” de los padres».
--¿No es así?
--Dr. Carlo Bellieni: ¡No faltaría
más! Precisamente estudiando al
niño prematuro, al feto, se
constata que la dignidad humana no
se adquiere con la mayoría de edad,
o con el nacimiento o con el peso;
si no serían humanos sólo los
guapos, ricos o poderosos.
El respeto hacia estos pequeños
niños tan frágiles es inmediato y
nos enseña que su valor (nuestro
valor) no depende de cosas
contingentes: depende sólo de ser,
y formar parte de aquel nivel de
la naturaleza que se llama
humanidad.
Es fácil, para poder actuar sobre
alguien, quitarle el estatus de
persona; pero no debemos
permitirlo.
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1. Antes de finalizar el
segundo mes del embarazo, hay una clara
respuesta del feto a los estímulos. Las
ondas del EEG revelan que el cerebro del
niño no nacido está funcionando.
2. Entre la octava y la décima semana, ya se
puede detectar la actividad del tálamo,
donde se encuentra el centro del dolor. Los
receptores sensoriales nerviosos están en la
piel antes de la novena semana de gestación.
3. Hacia el día 77 de vida en el vientre
materno, el niño ya puede tragar (a una
velocidad que varía según el nivel de dulce
de la sustancia que esté tragando).
El Dr. Thomas Verny, autor del libro The
Secret Life of the Unborn Child ("La vida
secreta del niño no nacido"), afirma que si
a la mitad del período del embarazo, (hacia
la mitad del quinto mes) se coloca una luz
muy luminosa sobre el abdomen de la madre,
el resplandor inducirá al niño o la niña a
mover sus manos para protegerse los ojos. La
música a alto volumen inducirá una respuesta
similar de las manos hacia las orejas. A
partir de las 19 semanas de gestación, se ha
registrado el movimiento rápido de los ojos
(REM por sus siglas en inglés) con el que
los investigadores miden los estados de
alerta, de dormir y los sueños. (¿De manera
que los niños en el vientre materno sueñan?)
Todo esto nos indica que, mientras más
aprenden los investigadorres sobre la vida
prenatal, más se impresionan con las
conductas de vida independiente y búsqueda
de preservación que se dan en el habitante
del vientre materno. Inclusive las
sensaciones desagradables leves no son bien
toleradas. El valeroso pequeño responde con
movimientos defensivos y correctores
asombrosos.
Si este ser exquisitamente sensible es
atacado por el aborto, ¿cómo podemos saber
lo que le está a punto de suceder?
Ya no tenemos que adivinar. En 1984 durante
la Convención del Comité Nacional Pro-Vida
en Kansas City, Estado de Missouri, Estados
Unidos, el Dr. Bernard Nathanson, un
ex-abortista que ahora dicta conferencias a
favor del derecho a la vida, mostró una
película extraordinaria, un sonograma
(película de ultrasonido) de un aborto por
succión. Lo que sigue es el relato de una de
las delegadas, la Sra. Sandy Ressel:
"El doctor decía: ‘La pequeña niña tiene
diez semanas de vida y es muy activa'.
Podíamos verla en sus juegos moviéndose,
volviéndose, y chupándose el dedo pulgar.
Podíamos ver su pulso normal de 120
pulsaciones por minuto. Cuando el primer
instrumento tocó la pared uterina, la niña
se replegó inmediatamente y su pulso aumentó
considerablemente. El cuerpo de la niña no
había sido tocado por ningún instrumento,
pero ya ella sabía que algo estaba tratando
de invadir su santuario.
"Nosotros vimos con horror como,
literalmente, maltrataban y descuartizaban a
este pequeño ser humano inocente. Primero la
espina dorsal, luego la pierna, pieza por
pieza, mientras la niña tenía violentas
convulsiones. Vivió casi todo este trágico
proceso tratando de esquivar el intrumento
cortante. Con mis propios ojos le vi echar
su cabeza hacia atrás y abrir su boca en lo
que el Dr. Nathanson llamó ‘un grito
silencioso'. En una parte de estas escenas
sus pulsaciones habían llegado a más de 200
por minuto, porque tenía miedo. Por último,
fuimos testigos de la macabra silueta del
forceps que buscaba la cabeza para
destrozarla y retirarla, ya que era muy
grande para pasar por el tubo de succión.
Este proceso homicida tomó de unos 12 a 15
minutos. El abortista que practicó esto lo
había filmado por curiosidad. Cuando vió la
película dejó la clínica de abortos y nunca
más volvió."
El aborto por succión apenas descrito es uno
de los métodos explicados en los manuales
del aborto. Otro método es el del aborto por
dilatación y evacuación, que se practica en
embarazos de más de 12 semanas. El
procedimiento produce una innumerable
cantidad de heridas de cuchilla, hasta que
se produzce la muerte del bebito no nacido,
y dura aproximadamente unos 10 minutos.
Para los abortos tardíos de bebitos no
nacidos de más de 14 semanas de gestación,
existe un tercer método que consiste en
inyectar una solución salina hipertónica de
alta concentración dentro del saco
amniótico. Un manual de obstetricia lo
describe así: "Esta solución altera la
placenta, logrando la expulsión fetal 48
horas después de la inyección de la
solución".
Las siguientes declaraciones forenses
explican con más detalle el método de aborto
por solución salina: "La acción corrosiva de
la solución salina quema las capas
superiores de la piel del feto. Cuando el
feto es expulsado hay edema extensivo y
degeneración de las submembranas. Al dañar
de esta forma la superficie del feto, la
salinidad excita los receptores del dolor y
estimula los conductos neurales del sistema
nervioso central en funcionamiento durante
el curso del aborto y hasta el momento de la
muerte del feto.
Finalmente, toda duda sobre la existencia de
dolor intenso producido por el método de
aborto por solución salina desaparece cuando
vemos cómo en los manuales sobre el aborto
se advierte a los médicos no dejar que ni
siquiera unas gotas de la solución salina
entren en contacto con los tejidos maternos,
porque le producirían un "intenso y severo
dolor". Esta es la misma solución en la cual
el bebé nada y la cual traga durante dos
horas hasta que se produce la muerte.
Otro procedimiento que se utiliza para
practicar abortos tardíos es la inyección de
prostaglandinas. Estas son unas potentes
sustancias químicas que comprimen los vasos
sanguíneos e impiden el funcionamiento
normal del corazón. ¿Sentirá dolor el feto
durante este procedimiento? No tenemos forma
directa de saberlo. Sin embargo, podemos
preguntarle a un paciente con angina de
pecho. Este tipo de pacientes sufre espasmos
agudos en el pecho porque algunos de sus
vasos sanguíneos están comprimidos. Parece
razonable suponer que igualmente doloroso es
la contracción de los diminutos vasos
sanguíneos del bebé no nacido. También
podríamos hacer estas preguntas a alguien
que haya sobrevivido a un ataque cardiáco:
¿Cómo se siente? ¿Duele? (Nota de Vida
Humana Internacional: Los médicos pro-vida
usan, sin intenciones abortivas, las
prostaglandinas para la inducción de trabajo
de parto en casos en los que hay necesidad
de hacerlo, y no se reportan muertes fetales
por esa causa, siendo considerado un método
adecuado para esos fines. Todo consiste en
vigilar la actividad uterina y mantenerla en
límites normales.)
Otro efecto intencional de este químico es
inducir el parto de un bebé que nace muerto.
Con este método, el infante muere muy
lentamente, quizás al cabo de dos días, a
causa de complicaciones cardiovasculares.
Aunque se supone que la muerte debe ocurrir
dentro del vientre materno y usualmente así
ocurre, algunas veces el niño nace con vida.
Probablemente su vida será muy corta, porque
lo que no pudo la violencia dentro del
vientre materno, la no tan benevolente
negligencia externa lo logrará: el pequeño
no contará con la asistencia o ayuda del
personal médico entrenado que está presente
en la sala.
Escuchando el "grito silencioso"
Este punto nos trae a nuestra consideración
final. No olvidemos las palabras del
académico John Noonan, en su libro New
Perpectives on Human Abortion ("Nuevas
perspectivas sobre el aborto en los seres
humanos"), Aletheia Books, University
Publications of America, Inc., donde se nos
recuerda el trauma que ocurre en todos los
abortos:
En esa obra, Noonan dice:
"Independientemente del método que se
utilice, los niños están sufriendo el peor
de los males corporales, el final de sus
vidas. Están pasando por la agonía mortal. A
pesar de su precaria existencia, de sus
limitadas capacidades cognitivas y de sus
rudimentarias sensaciones, están
experimentando la desintegración de su ser y
la terminación de sus capacidades vitales.
Esta experiencia en sí es dolorosa.
Y continúa diciendo: No hay leyes que
regulen el sufrimiento de los abortados,
aunque sí las hay para mitigar el dolor de
los animales... Es un signo, no de error o
debilidad, sino de compasión cristiana el
amar a los animales. ¿Podrán aquellos que se
sienten conmovidos por la ballena arponeada,
sentir compasión por el niño impregnado de
solución salina...? Todo nuestro
conocimiento del dolor ajeno es por
simpatía, pues no sentimos el dolor de
otros. Es por eso que el dolor ajeno es tan
tolerable para nosotros. Pero si nos
identificamos con los que sufren, ¿podremos
sentir algo de lo intolerable".
El señor Adrian Lee, columnista del diario
Philadelphia Daily News, concuerda con el
profesor Noonan: "El debate sobre el aborto
ya no volverá a ser el mismo.... Las
distinciones entre la vida y la vida
potencial tienden a ser abstractas... pero,
al hablar del dolor surge la imagen del niño
indefenso, rodeado de cuchillas quirúrgicas
tormentosas y soluciones (salinas) en el
lugar donde se supone que esté más seguro:
el vientre materno. Al abortista inyectar la
solución que quema la piel del niño,
realmente despelleja al feto en vida, ¿quién
no reacciona?" (Philadelphia Daily News, 6
de marzo de 1984).
Existe la aterradora posibilidad de que el
profesor Noonan y el señor Lee sean muy
optimistas. Con tristeza nos percatamos que
podría haber gente que no reacciona a nada
de esto. ¿Por qué? Porque irónicamente es
demasiado "doloroso" para ellos pensar en
estos asuntos. Por eso miran hacia otro
lado, pretendiendo que estos horrores no
están sucediendo en nuestro mundo.
Nos viene a la mente una comparación. En
1966, el Dr. Fredric Wetham escribió un
libro titulado A Sign for Cain ("Una señal
para Caín"), que fue publicado originalmente
en inglés por Ligouri Publications (Box 060,
Ligouri, Missouri, 63057, USA), y que
documenta el programa de eutanasia realizado
por médicos alemanes desde 1939 hasta 1945.
Aunque actualmente este libro está agotado,
algunas secciones de los capítulos 8 y 9
están disponibles en The German Euthanasia
Program: Excerpts from A Sign for Cain ("El
programa alemán de eutanasia: Fragmentos de
‘Una señal para Caín'"), Cincinnati: Hayes
Publishing Company, 1978. (Para obtener esta
publicación, diríjase a Hayes Publishing
Company, 6304 Hamilton Avenue, Cincinnati,
OH45224.) En el capítulo 8 del libro
original, que se encuentra parcialmente en
esta publicación apenas mencionada, se
encuentra el siguiente párrafo:
"Tenemos una propensión a pensar en los
campos de concentración como sitios
cerrados, con unos cuantos edificios
rodeados por cercas de alambre de púas y
ubicados en sitios aislados. En realidad
eran barracas, muchos edificios, grandes
instalaciones industriales, fábricas,
estaciones ferroviarias....Todos estos
agregados cubrían extensos territorios e
involucraban extensas redes de comunicació.
Estas ramificaciones por sí solas demuestran
lo absurdo que es afirmar y creer que la
población no sabía nada sobre ellos. Estos
campos eran centro del interés público.
Miles de personas en los campos y en la
población en general tenían contactos
laborales con ellos"
¿Cuántos miles de personas están
involucradas en el negocio multimillonario
de la industria del aborto? ¿Podemos
pretender que no sabemos lo que sucede en
nuestro país? ¿Quién no ha escuchado los
debates en el Congreso, las cortes y las
cámaras estatales? Cuando diariamente camino
al trabajo, paso frente a lindos y aseados
edificios que eufemísticamente se llaman
"Centro de Salud Femenina" o "Clínica de
Reproducción Familiar", pero que en realidad
son clínicas de abortos. ¿Podemos fingir
ignorar lo que realmente se está haciendo en
ellos?
Una cosa es cierta, el aborto es un baño de
sangre acompañado de dolor, y continuará
mientras sigamos ignorando esta realidad. Si
desviamos nuestra mirada a lo que ocurre en
este océano de sufrimiento, si rehusamos
reconocer la atrocidad que se cometen con
las 1,5 millones de pequeñas víctimas del
aborto quirúrgico cada año (un aborto cada
21 segundos en Estados Unidos), si tapamos
nuestros oídos a todos esos "gritos
silenciosos" que emanan del vientre de la
madre, ¿sería entonces posible podremos
afirmar que somos seres humanos con
compasión por los demás? Si sabemos todo
esto y no hacemos nada para evitarlo, ¿cómo
podemos llamarnos civilizados? Pero, en el
fondo, lo que digamos de nosotros mismos no
tiene mucha importancia; más bien lo
importante es: ¿Qué excusa daremos ante el
Tribunal de Dios?
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