Mujer quemada con ácido. |
Violencia contra la mujer |
La violencia contra la mujer es una
violencia ejercida contra las mujeres por su condición de mujer.
Esta violencia presenta numerosas facetas que van desde la
discriminación y el menosprecio hasta la agresión física o
psicológica y el asesinato. Produciéndose en muy diferentes
ámbitos (familiar, laboral, formativo,..), adquiere especial
dramatismo en el ámbito de la pareja y doméstico, en el que
anualmente las mujeres son asesinadas a manos de sus parejas por
decenas o cientos en los diferentes países del mundo.
Al menos una de cada tres mujeres en el
mundo ha padecido a lo largo de su vida un acto de violencia de
género (maltrato, violación, abuso, acoso,…) Desde diversos
organismos internacionales se ha resaltado que este tipo de
violencia es la primera causa de muerte o invalidez para las
mujeres entre 15 y 44 años. Raquel Osborne.
Las Naciones Unidas
en su 85ª sesión plenaria, el 20 de diciembre de 1993, ratificó la
Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la
mujer, en la que se la reconoce como un grave atentado contra
los derechos humanos e «insta a que se hagan todos los
esfuerzos posibles para que sea [la declaración]
universalmente conocida y respetada».
|
Definición de la violencia contra la mujer en su primer artículo:
A los efectos de la presente Declaración,
por "violencia contra la mujer" se entiende todo acto de
violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o
pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual
o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales
actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad,
tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.
También las Naciones Unidas, en 1999, a
propuesta de la República Dominicana
con el apoyo de 60 países más, aprobó declarar el 25 de noviembre
Día Internacional de la Eliminación de la
Violencia contra la Mujer.
En la actualidad, Estados, organizaciones
internacionales y muy diferentes colectivos, fundamentalmente
feministas, destinan numerosos esfuerzos para erradicarla.
Terminología
de la violencia de género
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Mujer
maltratada con un bastón», dibujo de
Goya. |
El término «violencia de género»
también es frecuentemente utilizado. Sería una expresión menos
concreta y que en cierto modo suaviza la verdadera naturaleza de
la violencia contra la mujer.
Menos concreta porque se referiría a la violencia practicada desde
ambos sexos; y, en cierto modo, edulcorada, ya que obvia un factor
que no es simétrico, que únicamente es causa en la violencia del
hombre contra la mujer: el sentimiento de superioridad y
dominación de éste sobre ella y, más extensamente, el machismo.
Otro tanto ocurriría con los términos «violencia sexista» y
«violencia de pareja».
Dado que la violencia contra la mujer es
mayoritariamente ejercida por los hombres respondiendo a
condicionamientos sexistas, también se usa el término «violencia
machista». |
La expresión violencia de género es la
traducción del inglés gender-based violence o gender
violence, expresión difundida a raíz del Congreso sobre la
Mujer celebrado en
Pekín en 1995 bajo
los auspicios de la ONU. En el
inglés se documenta desde antiguo un uso translaticio de gender
como sinónimo de sex,
sin duda nacido del empeño puritano en evitar este vocablo. Con el
auge de los estudios
feministas,
en los años sesenta del siglo xx se comenzó a utilizar en el mundo
anglosajón el término gender con el sentido de «sexo de un
ser humano» desde el punto de vista específico de las diferencias
sociales y culturales, en oposición a las biológicas, existentes
entre hombres y mujeres.
En español las palabras tienen género, mientras que los seres
vivos tienen sexo. En español no existía tradición de uso de la
palabra género como sinónimo de sexo. Mientras que con la voz sexo
se designaba una categoría meramente orgánica, biológica, con el
término género se ha venido aludiendo a una categoría
sociocultural que implica diferencias o desigualdades de índole
social, económica, política, laboral, etc. En esa línea se habla
de estudios de género, discriminación de género, violencia de
género, etc. Y sobre esa base se ha llegado a extender el uso del
término género hasta su equivalencia con sexo.
Los términos «violencia familiar»
o «violencia intrafamiliar», en sí comprenden la violencia
entre todos los miembros de la familia. Con una importante
presencia en Sudamérica, se vienen utilizando desde 1988 y 1993
para referirse a la violencia ejercida contra la mujer en el
ámbito de la familia, y más concretamente de la pareja, debido a
que frecuentemente la violencia ejercida en este ámbito va
dirigida contra la mujer. Sería específica de estos casos, y
referida a sucesos de violencia contra la mujer en este ámbito no
debería ofrecer dudas. De igual modo, desde 1983
también se utiliza «violencia
doméstica» ya que resulta común que la violencia contra la mujer aparezca en
el ámbito doméstico, aunque, como Raquel Osborne expone en su
libro Apuntes sobre violencia de género, oculta la causa y
carácter de esta violencia.
En todo caso, existen controversias sobre
la terminología a usar en los marcos legislativo y penal.
La violencia contra la mujer en los organismos internacionales
|
En 1993 las Naciones Unidas reconocían
«la urgente necesidad de una aplicación universal a la mujer de
los derechos y principios relativos a la igualdad, seguridad,
libertad, integridad y dignidad de todos los seres humanos».
También reconocía el papel desempeñado por las organizaciones en
pro de los derechos de la mujer, organizaciones que facilitaron
dar visibilidad al problema.
Siendo la violencia contra la mujer un
problema que afecta a los derechos humanos, que «constituye una
manifestación de relaciones de poder históricamente desiguales
entre el hombre y la mujer, que han conducido a la dominación de
la mujer y a la discriminación en su contra por parte del hombre e
impedido el adelanto pleno de la mujer, y que la violencia contra
la mujer es uno de los mecanismos sociales fundamentales por los
que se fuerza a la mujer a una situación de subordinación respecto
del hombre», ve la necesidad de definirla con claridad como primer
paso para que, principalmente los Estados, asuman sus
responsabilidades y exista «un compromiso de la comunidad
internacional para eliminar la violencia contra la mujer».
La declaración incluye seis artículos en
los que se define la violencia contra la mujer y las formas y
ámbitos de esta violencia, al tiempo que enumera los derechos de
las mujeres para alcanzar la igualdad y su pleno desarrollo e
insta a los Estados y organizaciones internacionales a desarrollar
estrategias y poner los medios para erradicarla.
En el mismo sentido, el 5 de marzo
de 1995, se adoptó la «Convención Interamericana para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer:
Enlace externo con la declaración de las
Naciones Unidas.
Enlace externo con la «Convención de
Belem do Para
Raíces de la violencia contra la mujer
|
La violencia contra la mujer está ligada
a la consideración de la mujer que se desprende de la familia
patriarcal. La humanidad en sus orígenes pudo estar constituida
por comunidades matriarcales, así lo expuso Lewis Henry Morgan,
considerado uno de los fundadores de la
antropología
moderna, en su libro La sociedad primitiva en 1877. «La
abolición del derecho materno pudo ser la gran derrota del
sexo femenino».Actualmente la familia patriarcal puede aparecer desdibujada tras
siglos de esfuerzos de la mujer por emanciparse; en sus orígenes,
convirtió a la mujer en objeto propiedad del hombre, el patriarca.
Al patriarca pertenecían los bienes materiales de la familia y sus
miembros. Así, la mujer pasaba de las manos del padre a las manos
del esposo, teniendo ambos plena autoridad sobre ella, pudiendo
decidir, incluso, sobre su vida. La mujer estaba excluida de la
sociedad, formaba parte del patrimonio de la familia, relegada a
la función reproductora y labores domesticas.
En la Roma clásica, en sus primeros
tiempos, es manifiesta la dependencia de la mujer, debiendo
obediencia y sumisión al padre y al marido.
El paterfamilias tenía sobre sus
hijos en derecho a vida y muerte; podía venderlos como esclavos
en territorio extranjero, abandonarlos al nacer o entregarlos a
manos de los familiares de sus víctimas si habían cometido algún
delito; desposarlos y pactar o disolver sus matrimonios. Pero
así como los varones pasaban a ser paterfamilias cuando moría el
padre, y adquirían todas sus atribuciones jurídicas dentro de su
familia, las mujeres, por el contrario, iban a permanecer de por
vida subordinadas al poder masculino, basculando entre el padre, el
suegro y el esposo. (Antonio Gil Ambrona)
Este modelo de familia patriarcal
ancestral sufrió durante la República y el Imperio numerosas
modificaciones. El derecho sobre la vida de la mujer fue abolido.
A ésta se le seguía reservando la pena de muerte en determinados
supuestos, pero ya no era el marido el que decidía sobre ello,
siendo la comunidad la encargada de juzgarla. En determinados
momentos la mujer llegó a conseguir una cierta emancipación: podía
divorciarse en igualdad de condiciones con el hombre, dejó de
mostrarse como la mujer abnegada, sacrificada y sumisa y en la
relación entre esposos se vio matizada la autoridad del marido.
Esto ocurría principalmente en las clases altas y no evitó que la
violencia siguiese dándose en el seno del matrimonio «dirigida a
controlar y someter a las mujeres mediante la agresión física o el
asesinato».
Los avances que pudieron darse durante la
República y el Imperio romanos desaparecieron en el periodo oscuro
del medioevo. Una sociedad que rendía culto a la violencia, la
ejerció también contra las mujeres y estas se convirtieron
frecuentemente en moneda de cambio para fraguar alianzas entre
familias. «En las clases más bajas, además de cumplir con la
función reproductora, constituían mano de obra para trabajar en el
hogar y en el campo».En esta historia han jugado un papel
importante las religiones, suponiendo una justificación moral del
modelo patriarcal: «Las casadas estén sujetas a sus maridos como
al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es
cabeza de la Iglesia y salvador de su cuerpo». (Este versículo Bíblico fue mal
enseñado por quienes lo
menos que quieren es hacer la voluntad de DIOS ya que Cristo es la
cabeza de la iglesia y jamás El la ha maltratado, por el
contrario, dio su propia vida por ella)
Otra consecuencia del patriarcado ha sido
la exclusión histórica de la mujer de la sociedad; estando
excluida de todos sus ámbitos: el cultural, el artístico, el
político, el económico… Siendo ésta otra forma de violencia
ejercida contra la mujer.
No es hasta la revolución industrial en
occidente, cuando se permite a la mujer participar en la vida
social, que verdaderamente comienza una trayectoria de
emancipación. No obstante, los usos y abusos cometidos contra las
mujeres durante siglos, se ha demostrado difíciles de erradicar.
La violencia contra las mujeres no es
exclusiva de ningún sistema político o económico; se da en todas
las sociedades del mundo y sin distinción de posición económica,
raza o cultura. Las estructuras de poder de la sociedad que la
perpetúan se caracterizan por su profundo arraigo y su
intransigencia. En todo el mundo, la violencia o las amenazas de
violencia impiden a las mujeres ejercitar sus derechos humanos y
disfrutar de ellos.
Amnistía Internacional, Está en
nuestras manos. No más violencia contra las mujeres.
Fueron las organizaciones feministas las
que en la segunda mitad del siglo XX dieron visibilidad plena al
problema de la violencia contra la mujer. Es curioso que en muchos
países se confeccionasen estadísticas sobre accidentes de tráfico
al tiempo que se ignoraba la incidencia de feminicidios y
violaciones. En Francia, un artículo de Janna Hanmer, aparecido en
la revista Questions Feministes, dirigido por Simone de Beauvoir,
se preguntaba por qué no se elaboraban estadísticas sobre la
incidencia de la violencia contra la mujer en el seno de la
familia; «encontraba la respuesta, precisamente, en que el
fenómeno era considerado como un problema particular y no un hecho
social».
América Latina y el Caribe ha sido «una de las regiones del mundo
que mayor atención ha prestado a la lucha contra la violencia
hacia la mujer», mostrándose especialmente activa en la
consolidación de redes sociales, sensibilizando a los medios de
comunicación, adquiriendo compromisos institucionales y legislando
para erradicar un problema que afecta al 50% de la población
mundial limitando y conculcando sus más elementales derechos
humanos.
En aquellos tiempos costó hacer ver que las agresiones hacia las
mujeres no eran producto de momentos de frustración, tensión o
arrebatos, contingencias de la vida en común; sino que eran
consecuencia de los intentos de mantener la subordinación de la
mujer, de la consideración ancestral de la mujer como un objeto
propiedad del hombre; y, por lo tanto, deberían dársele una
consideración especial.
1975-1985 se declaró Decenio de la
Mujer. Especial importancia tuvo la celebración del Tribunal
Internacional de Crímenes contra las Mujeres en Bruselas en 1976,
siendo la primera vez que se tipificaron como crímenes diferentes
tipos de violencia cometidos contra las mujeres, creándose la Red
Feminista Internacional con programas de apoyo y solidaridad.
Consecuencia de su resonancia, en 1979, la Asamblea de las
Naciones Unidas aprobó la Convención sobre la Eliminación de Todas
las Formas de Discriminación Contra la Mujer y en 1980 se celebró
en
México la I
Conferencia Mundial de la ONU sobre la Mujer, activándose al año
siguiente la Convención para Erradicar la Discriminación contra la
Mujer (CEDAW). Estos acontecimientos impulsaron toda una serie de
medidas legislativas y modificaciones de códigos penales que en
los diferentes países se han venido produciendo desde entonces. En
1993 las Naciones Unidas ratificaba la Declaración sobre la
Eliminación de la Violencia Contra la Mujer y en 1995, en Belem do
Para (Brasil), se adoptó la Convención Interamericana para
Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la Mujer.
Hoy en día numerosos países cuentan con
estrategias específicas para combatir la violencia contra la
mujer. Estos países han modificado su legislación incluyendo en
ella leyes contra la violencia hacia la mujer, diseñan planes
generales y sectoriales para combatirla y promueven campañas para
interesar a los diferentes ámbitos de la sociedad en este
problema. Estas estrategias han servido a su vez para sensibilizar
a Estados y Sociedad ante otras formas de violencia: contra la
infancia, ancianos, minusválidos, colectivos minoritarios,…
No obstante, la violencia contra la mujer sigue produciéndose en
tasas insoportables. También, habiendo sido las sociedades
occidentales las pioneras en esta lucha, siendo en estas
sociedades donde los movimientos por los derechos de la mujer
antes y más se han desarrollado, en otras muchas sociedades, esta
lucha se encuentra sensiblemente retrasada.
Violencia contra la mujer en la familia |
La violencia contra la mujer comienza en
la infancia y es en la familia donde principalmente se ejerce esa
violencia. La infancia es especialmente vulnerable a la violencia
y la niña sufre un plus añadido por su condición femenina. A la
ablación, generalizada en determinadas comunidades e
ineludiblemente ligada al sexo femenino, el comercio sexual que
puede arrancar ya en el seno de la familia con la venta de la
niña, o el infanticidio y los abusos sexuales, más frecuentemente
ligados al sexo femenino, se une una más estricta autoridad
paterna, ejercida también por hermanos, y una educación
discriminatoria que limita sus expectativas vitales.
El infanticidio femenino es habitual en
determinadas culturas. «En la India la
proporción entre hombres y mujeres es la más desigual del mundo».
En Pakistán y Bangladesh
existen parecidos desequilibrios y en regiones de China el
infanticidio femenino está generalizado. Una percepción de la
mujer devaluada, costumbres discriminatorias, considerar la
educación de las niñas como una carga y los deseos del padre de
perpetuar el apellido mediante un varón serían las causas de estos
infanticidios. «En algunas zonas de Pakistán –y también en el
vecino Afganistán- el nacimiento de una niña va acompañado de
ritos de duelo».
En China, la imposición del «hijo único» en 1978, en un país con
una marcada y ancestral preferencia por la descendencia masculina,
multiplicó este tipo de infanticidios.
En la actualidad, la posibilidad de detectar el sexo durante el
embarazo ha venido a agravar el problema con abortos selectivos.
Más del 80% de las violaciones las
perpetran miembros de la familia de la víctima, y mayoritariamente
a edades muy tempranas, cuando esta no pasa de ser una niña.
Padres, abuelos, tíos,... Adultos en los que ella confía pasan a
ser sus agresores. Este es un problema mundial que en muchas
ocasiones no trasciende más allá de los límites de la propia
familia, la niña sufre la violencia en silencio, avergonzada y con
sentimientos de culpa.
La venta de niñas sería otra violencia
sufrida por la mujer en la infancia y en la familia. Estas ventas
pueden tener diversas finalidades, pero el lucrativo negocio de la
prostitución, las enfermizas inclinaciones sexuales de clientes,
unido a la miseria en la que se ven sumidas muchas familias han
extendido el comercio de niñas, menores de diez años en muchos
casos, destinadas a la explotación sexual.
Podríamos decir que es un problema limitado a determinados países
no occidentales, pero es occidente desde donde parten los clientes
en un «turismo sexual» que está adquiriendo auge. «El llamado
"turismo sexual" es una de las formas contemporáneas del saqueo al
que viven sometidos los países pobres. […] Según la UNICEF existen
en torno a doscientos mil adeptos del turismo sexual» (cuatro de
cada diez turistas que visitan Tailandia
lo hacen solos).
A estas violencias, aún habría que sumar
otras muchas de menor carácter que irían desde un mayor
autoritarismo paterno y familiar, a los matrimonios forzosos. La
violencia ejercida contra la mujer, sea cual sea su naturaleza,
tiene como marco preferente la familia.
Violencia contra la mujer en la pareja |
La violencia contra la mujer por parte de
su pareja o ex-pareja está generalizada en el mundo dándose en
todos los grupos sociales independientemente de su nivel
económico, cultural o cualquier otra consideración. Aun siendo de
difícil cuantificación, dado que no todos los casos trascienden
más allá del ámbito de la pareja, se supone que un elevado número
de mujeres sufren o han sufrido este tipo de violencia. Estudios
realizados en países por desarrollar arrojan una cifra de maltrato
en torno al 20%, encontrándose los índices más bajos en países de
Europa, en Estados Unidos, Canadá, Australia y Japón con cifras en
torno al 3%.
«Es un hecho que en una relación de
pareja la interacción entre sus miembros adopta formas agresivas».
En todas las relaciones humanas surgen conflictos y en las
relaciones de pareja también. Las discusiones, incluso discusiones
acaloradas, pueden formar parte de la relación de pareja. En
relaciones de pareja conflictivas pueden surgir peleas y llegar a
la agresión física entre ambos. Esto, que podría alcanzar cotas de
violencia que serían censurables y perseguibles, formaría parte de
las dificultades a las que se enfrentan las parejas. El maltrato
nada tiene que ver con esto; en el maltrato el agresor siempre es
el mismo: «Por definición, el conflicto es una modalidad
relacional que implica reciprocidad y es susceptible de provocar
un cambio. Por el contrario, el maltrato, aunque adopte las mismas
formas –agresiones verbales y físicas-, es unilateral, siempre es
la misma persona la que recibe los golpes».
En la pareja el maltrato es
mayoritariamente ejercido por él contra ella. Tiene unas causas
específicas: los intentos del hombre por dominar a la mujer, la
baja estima que determinados hombres tienen de las mujeres; causas
que conducen a procurar instaurar una relación de dominio mediante
desprecios, amenazas y golpes.
Los rasgos más visibles del maltrato son
las palizas y los asesinatos, son los que trascienden del ámbito
de la pareja; sin embargo, los maltratos de «baja intensidad», los
maltratos psíquicos que mantenidos en el tiempo socavan la
autoestima de la mujer, son los que mayoritariamente se dan.
Cuando trasciende un caso de maltratos, la mujer puede llevar años
sufriéndolos. Y si los maltratos pueden producirse en cualquier
etapa de la historia de la pareja, es en el momento de la ruptura
y tras esta, si se produce, cuando llegan a exacerbarse.
Es frecuente tratar el tema de los
maltratos como casos individuales, los maltratadores sufrirían una
suerte de trastornos que les conducirían a maltratar a la mujer y
a ésta, en su fragilidad, a recibir esos maltratos. Esta sería una
visión del problema tranquilizadora que no pondría en cuestión el
modelo patriarcal.
El modelo psicopatológico explica la
violencia como resultado de conductas desviadas propias de
ciertos individuos cuya historia personal está caracterizada por
una grave perturbación. Este enfoque, al fin y al cabo
tranquilizador, habla de un «otro», un «enfermo» o
«delincuente», al que, después de examinarlo, se le puede
castigar o tratar médicamente. Desde el punto de vista feminista
la violencia masculina se percibe como un mecanismo de control
social que mantiene la subordinación de las mujeres respecto de
los hombres. La violencia contra las mujeres se deriva de un
sistema social cuyos valores y representaciones asignan a la
mujer el status de sujeto dominado.(Maryse Jaspard)
Las consecuencias últimas de la violencia
contra la mujer en la pareja son la de decenas o cientos de
mujeres muertas cada año, en los diferentes países, a manos de sus
parejas o ex-parejas.
Las violaciones son una realidad mundial.
Tanto en los países ricos como en los pobres, pese a las
diferencias culturales, religiosas y sociales las mujeres siguen
consideradas frecuentemente como meros objetos
(Sandrine Treiner)
«La violación es, sin ningún género de
dudas, la forma más evidente de dominación ejercida, de manera
violenta, por los hombres sobre las mujeres».
En ella se traslucen los iconos atávicos presentes aún en la mente
del hombre, lo que se conoce como machismo: implica un menosprecio
de la mujer considerándola como mero objeto destinado a satisfacer
las apetencias sexuales y la convicción de que la mujer debe estar
sometida al hombre. No supone considerar a la mujer inferior al
hombre en una cuestión de grado sino el considerarla un ser
inferior, un ser con el que se pueden cometer todo tipo de
excesos.
Más del 14% de las mujeres
Estadounidenses mayores de 17 años admiten haber sido violadas.
Esta cifra se podría extrapolar a otras sociedades occidentales. Y
aunque en países este porcentaje puede bajar (8% en Canadá,
11,6 en Suiza, 5,9
en Finlandia),
en Sudáfrica,
uno de los países en los que el problema es más preocupante, el
porcentaje sube al 25% con 1.500.000 violaciones cada año.
Nuevamente es el ámbito de la familiar donde se produce el mayor
porcentaje de violaciones, probablemente más del 70%.
Las cifras ponen de relieve la dimensión
de la violación como abuso de poder y confianza, y echan por
tierra la tendencia culpabilizadota de tantas sociedades que
consideran que las víctimas de las violaciones son unas mujeres
imprudentes que tienen comportamientos arriesgados: atuendos
provocativos, salidas nocturnas, Etc.(Sandrine Treiner)
Serían las mujeres con unos mayores
niveles de formación e independencia las que más estarían
expuestas a ser violadas. Estarían más expuestas a ser violadas
aquellas mujeres con mayor determinación ante los requerimientos
sexuales no deseados; lo que indicaría que muchas violaciones no
llegan a producirse al ceder las mujeres ante relaciones sexuales
impuestas. Por lo que al hecho de la violación habría que sumar el
de la imposición de relaciones sexuales no deseadas, forma de
violación que no figuraría en las estadísticas.
La sexualidad no siempre resulta una
elección para la adolescente: un 15,4 por 100 de las chicas
declaraban «haber sufrido una o varias relaciones sexuales “bajo
coerción” o “a la fuerza”». Entre ellas, las tres cuartas partes
de las relaciones impuestas lo habían sido por otros jóvenes y,
con mayor frecuencia, por jóvenes conocidos.(Raquel Osborne)
La violación produce efectos devastadores
que van más allá de los causados por la violencia ejercida. Las
mujeres violadas pueden caer en profundas depresiones, pudiendo
llegar a suicidarse, pueden cambiar su carácter volviéndose más
retraídas, caer en el consumo de alcohol o drogas,… El sida o
quedar embarazadas de su agresor son también sus posibles
consecuencias. Las mujeres victimas de la violación sufren una
doble agresión, a la del agresor se suma la de la familia y la
comunidad. La mujer violada queda estigmatizada por una familia y
una sociedad que depositan su honor en su cuerpo. En según que
culturas puede ser asesinada por miembros de su propia familia
para «lavar su honor» o sufrir su rechazo y el de la comunidad.
Lo cierto es que la tradición tribal
iraquí no les deja elección: cuando una mujer es «mancillada»
por una violación o por un acto sexual extramatrimonial, está
poniendo en peligro el honor de su familia y de toda la tribu. A
la violación se responde con represalias, pero lo primero es
eliminar la «mancha», para lo que es necesario eliminar
físicamente a la mujer (Cécile Hennion)
La violación como arma de guerra |
En tiempos de guerra las mujeres se
convierten en objetivo para castiga a la comunidad enemiga. Las
guerras en Bosnia y Ruanda pusieron de manifiesto la realidad de
las violaciones sistemáticas en tiempos de guerra, en el presente
y en la historia.
Nunca se tendrán cifras ciertas sobre
estos hechos, el sentimiento de vergüenza de las víctimas
mayoritariamente las mantendrá en silencio y, también, a estas
violaciones, en numerosos casos, les sigue el asesinato. Se estima
que por cada denuncia se han producido cien casos no denunciados.
En la guerra de la antigua Yugoslavia, la comisión Warburton
calculó el número de victimas en 20.000, mientras algunas ONGs
elevaban esta cifra a 50.000. El portavoz de la Comisión de
Derechos Humanos de la ONU, Tadeuz Mozoviecki, y el informe
elaborado por la comisión Bassiouni, presentado en mayo de 1994,
coincidieron en afirmar el carácter sistemático de las
violaciones.
En el cuerpo de la mujer se escenifica el
odio hacia el enemigo y las ansias de su destrucción: la violación
puede ser pública, en presencia de sus familiares; a padres y
familiares se les fuerza a su vez a violar a sus hijas y seres
queridos. Mujeres, niñas y niños serían las victimas escogidas.
Todo en un intento de anularles como personas y de perpetuar la
victoria sobre la comunidad sojuzgada cargando a sus mujeres con
los hijos de sus enemigos.
La violación es el crimen de profanación
por excelencia contra el cuerpo femenino, y, consecuentemente,
contra toda promesa de vida del conjunto de la comunidad. De ahí
que pueda definirse antropológicamente como una tentativa de
invadir el espacio histórico del otro insertando en su árbol
genealógico al hijo del enemigo «étnico».(Véronique Nahoum-Grappe)
Según fuentes de las Naciones Unidas,
durante la década 1990-2000, el tráfico de personas con destino en
la prostitución se cobró 33 millones de víctimas, tres veces más
que el tráfico de esclavos africanos durante cuatrocientos años
calculado en 11.500.000 personas.
Este, también, es un crimen universal.
Las mujeres captadas con engaños o por la fuerza pueden pertenecer
a cualquier país, principalmente países donde la población sufre
carencias económicas o países en guerra, y el destino puede ser su
propio país o cualquier otro, en este caso, principalmente países
ricos.
La explotación sexual convierte a las
víctimas en esclavas. Los proxenetas se enriquecen manteniendo a
las víctimas en condiciones infrahumanas, atemorizadas y
amenazadas, obligadas a ejercer la prostitución en condiciones de
explotación.
Desde el feminismo se ve como medio para
combatir este tráfico el combatir la prostitución, acabar con el
comercio sexual que, consideran, degrada a la mujer. El debate
sobre la prostitución está abierto, existiendo grupos, entre ellos
grupos de mujeres dedicadas a la prostitución, que consideran esta
elección un derecho, y organizaciones feministas dispuestas a
erradicarla.
La ablación del clítoris, la mutilación
genital femenina, es otra forma de violencia contra la mujer. Se
calcula que anualmente se le practica a dos millones de mujeres.
La ablación reduce a las mujeres a «una mera función reproductora»
anulando su sexualidad.
Las consecuencias de la ablación
comienzan en el momento de la intervención con un dolor
insoportable y la posibilidad de producir la muerte de la víctima;
prolongándose las secuelas durante el resto de la vida con dolores
crónicos, problemas durante el parto y generando en la mujer la
imposibilidad de mantener relaciones sexuales satisfactorias. A
las secuelas físicas habría que añadir las psíquicas: la mujer a
la que se le ha practicado la ablación es consciente de la
mutilación a la que ha sido sometida pudiendo perder su
autoestima.
Es la expresión más visible de los
esfuerzos del hombre por dominar a la mujer, su finalidad sería la
de «calmar» las inclinaciones sexuales de la mujer y «garantizar
su fidelidad al esposo».
La ablación se practica, principalmente,
en comunidades de países africanos subsaharianos y, aunque
mayoritariamente es practicada por comunidades musulmanas, también
se practica en comunidades animistas, cristianas y judías. Entre
los países donde se practica la ablación se encuentran: Nigeria,
Senegal, Sudán, Egipto, Etiopía (de mayoría cristiana), Pakistán,
Indonesia, Malasia,… «Es una tradición cultural y no religiosa,
aunque coincida que sea en los países islámicos donde más
frecuentemente se practique. […] En la mayoría de las comunidades
musulmanas no se aplica la ablación, pero el imaginario social y
religioso la ha asociado al Islam».
La ablación es, en muchos casos, llevada
en secreto por las comunidades que la practican. Se trata de una
tradición muy difícil de erradicar ya que puede ocurrir que
padres, principalmente madres, aún mostrándose en desacuerdo, se
sientan en la obligación de practicarla a sus hijas ante el temor
de no poderlas casar.
La experiencia nos ha enseñado que no hay
que dejar de repetir qué es la mutilación sexual para convencer
de la necesidad absoluta de erradicar una práctica abyecta que
reduce a las mujeres a una mera función reproductora y desprecia
su dignidad como seres humanos.(Linda Weil-Curiel.)
El feminicidio o femicidio es el
homicidio de mujeres motivado por su condición de mujer. Se trata
de un término más específico que el de homicidio y serviría para
dar visibilidad a las motivaciones últimas de una mayoría de los
homicidios de mujeres: la misoginia y el machismo; siendo «la
forma más extrema de violencia contra la mujer».
El feminicidio es el crimen contra las
mujeres por razones de género. Es un acto que no responde a una
coyuntura ni actores específicos, pues se desarrolla tanto en
tiempos de paz como en tiempos de conflicto armado y las mujeres
víctimas no poseen un perfil único de rango de edad ni de
condición socioeconómica. Sin embargo, existe mayor incidencia
de la violencia en mujeres en edad reproductiva. Los autores de
los crímenes tampoco responden a una especificidad ya que estos
actos pueden ser realizados por personas con quienes la víctima
mantiene un vínculo afectivo, amical o social, como por ejemplo
familiares, parejas, enamorados, novios, convivientes, cónyuges,
exconvivientes, excónyuges o amigos. También es realizado por
personas conocidas, como vecinos, compañeros de trabajo y de
estudio; de igual forma que por desconocidos para la víctima.
Asimismo, puede ser perpetrado de manera individual o colectiva, e
incluso por mafias organizada
El término feminicidio se está
extendiendo, principalmente, en América Latina y el Caribe, siendo
la castellanización de feminicide acuñado por Diana Russel
y Jill Radford en su texto Feminicide. The politics of women
killing, de 1992.
Flora Tristán, haciéndose eco de
movimientos feministas, considera que la aceptación y extensión
del término feminicidio permitiría evidenciar mejor la
magnitud de este tipo de violencia contra la mujer, sería un tipo
de homicidio específico en el que concurren causas históricas y
que actualmente supone un grave problema social.
Los datos recogidos por el Centro de
Mujeres de Perú (CMP) referidos a los años 2003, 2004 y 2005
revelaron que más del 64% de las víctimas de feminicidio
mantenían una relación afectiva con el agresor; y únicamente el
12% de estos agresores eran desconocidos para el entorno de la
víctima.
Fuente:
Wikipedia (Las
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